La tensión sexual entre mi amiga de trabajo y yo alcanza su máximo clímax. Ella, con una lujuria desenfrenada, desea sentir mi verga en su interior, gimiendo melodiosamente mientras mis dedos exploran su húmeda vagina bajo el vestido floreado que resalta su figura. La adrenalina fluye en cada caricia, cada roce, mientras ella reciproca el deseo al envolver sus dedos alrededor de mi miembro, buscando la explosión de placer compartido.
En este ardiente encuentro, nos entregamos mutuamente al éxtasis del autoerotismo, sin importar el riesgo de ser descubiertos. De pie, en la clandestinidad de los pasillos de la empresa, me deleito con la visión de sus grandes tetas al descubierto, provocando una erección que clama por liberarse. Entre jadeos y gemidos entrecortados, nos sumergimos en un juego sensual de toques y roces, ambos ansiosos por estar culeando en ese preciso momento.
La urgencia nos embriaga, sabemos que el tiempo es limitado, pero la urgencia del deseo supera cualquier obstáculo. Nos excitamos aún más al sentir la humedad de su vulva, la cual me impulsa a intensificar la fricción de mis dedos, provocando que sus gemidos se vuelvan más desesperados. Solo estamos calentando motores, a la espera de la salida para irnos directo al hotel a coger delicioso.
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