La señora que vendes tortas afuera de la escuela de mi hijo me la cogí y estuve dándole duro por su panocha en la cama de un hotel de paso. Tan solo vean lo rico que ella siente en cada metida que le doy, prácticamente la llené de placer aquel día. Mi verga estaba bien dura y su rajita estaba bien caliente y húmeda, era un momento muy placentero para los dos sobre todo porque apenas nos habíamos conocido y ya estábamos cogiendo. Y es que siempre tuve la fantasía de comerme a una gorda madura con esta.
En cuanto la vi solita, vendiendo afuera de la escuela, supe que ahí estaba mi oportunidad para por fin cumplir esa fantasía sexual que tanto añoraba. Sabía muy bien que una mujer así no sería nada difícil convencerla para coger, ya que por su sobre peso no hay muchos hombres que quieran estar con ellas. Son putitas que andan bien desesperadas y caen redonditas ante cualquier cabrón que se les acerca con intenciones de sexo. Es por eso que terminé dándole duro con mi verga a esta señora que vende tortas.
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