Hasta a su recamara llegué a parar, debido a que su esposo tenía varias semanas de viaje por trabajo. Mi vecina estaba ganosa y me metió a su casa para quitarle toda la calentura que tenía acumulada en su delicioso cuerpo y en su concha rica. No tuvo otra salida para saciar sus ganas de verga, que engañar a su hombre conmigo, el vecino que vive al lado suyo. Todo sucedió de noche, cuando mi mujer ya estaba bien dormida, al igual que las hijas de ella. La perrita calenturienta me entrego su culote y se la metí sin piedad.
En ese momento agradecí a Dios por hacer que el cornudo se fuera de la ciudad, por trabajo, y así poder comerme a esta zorra culona, que estaba bien caliente y desesperada por una cogida. La verdad es que unas nalgotas así, como las que tiene esta madurita, jamás en la vida se deben de desaprovechar, es por eso que tuve que sacrificarme para hacerle el favor. Y todo gracias a que la vecina estaba ganosa y ya no podía aguantar otro día sin ser culeada.
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