¡Mira nomás lo que pasó! La vecina culona estaba muy ganosa de coger conmigo y me metió a su casa en obra gris para saciar sus ganas que tenía de mi verga. ¡Qué delicia! Y es que cuando una vecina caliente te invita a su cama, no hay vuelta atrás. Con los gritos de sus bendis de fondo, ella se montó encima mío como verdadera perra en celo, demostrando que no le importaba nada más que sentirme bien adentro de su raja ansiosa.
La muy golosa se esforzaba como toda una atleta olímpica, moviendo ese culazo y esas caderas con tal maestría que hasta la cama rechinaba de placer. Sin duda, la vecina nalgona estaba urgida por un buen palo y no se anduvo con juegos. ¡Qué arrecha resultó ser la condenada, cabalgando y moviéndose como una verdadera puta experta!
Y mientras el cornudo del esposo andaba en sus quehaceres laborales, nosotros nos dedicábamos a lo nuestro en su propia habitación, disfrutando de un encuentro sexual clandestino como si fuera el último. ¡Qué locura! Entre gemidos y sudor, la vecina putipobre demostró que cuando se trata de coger, no hay límites ni remordimientos.
Así que ya sabes, si te encuentras con una vecina como la mía, con un enorme trasero gordo que desafía las leyes de la gravedad, no dudes en aceptar la invitación. ¡Porque una cogida así merece ser recordada por siempre! ¡Viva la vecina culona y sus grandes habilidades al montar macho y clavarse la verga! ¡Qué culeada, hermano!
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