Le azoté las nalgas con gran dureza con el látigo, le hice comerme la verga hasta adentro y le rompí el culo. Fue un castigo a mi esposa porque me enteré que me engañó con otro cabrón, lo menos que podía hacer era darle su merecido a la tremenda puta infiel. No tuve piedad con ella y me la cogí como siempre había querido hacerlo, sabiendo que no tendría la arrogancia de negarse como en las anteriores veces. Ella sabía que era dejarse tratar como una esclava sexual o irse a la calle por zorra. Obviamente eligió la primera opción.
Tomando el papel de macho dominador, le hice saber aquel día que la iba a tratar como toda una puta, así que saqué el látigo de cuerdas y comencé a darle un buen castigo a mi esposa, azotando su culo muy duro mientras al mismo tiempo la hacía meterse toda mi pija hasta adentro de la boca, hasta topar con garganta. Después en un 69 hice lo mismo de hacerla atragantar con mi miembro. Al final tocó hacerle anal, algo que ella siempre me había negado, pero está vez no podía decirme que no porque la descubrí siéndome infiel.
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