Recién me estaba despertando, después de que mi padre ya se había ido a su trabajo, cuando encontré a mi madrastra en tanga en la cocina preparándome el desayuno. Sin dudar me la cogí a la vieja puta, sabía perfectamente que lo estaba haciendo a propósito para que yo la viera. Ella tenía toda la intención de seducirme, mostrándose de esa forma para mí, para que de una vez por todas su querido hijastro se la cogiera. Se hartó de que yo no diera el primer pasó y es por eso que tuvo que recurrir a medidas extremas para cogérmela.
Después de cinco meses de haberse venido a vivir con mi padre y conmigo, ella decidió que ya era el momento de entregarle el culo al querido hijo de su pareja. Sinceramente yo no tenía ninguna intención de tirármela, por respeto a mi viejo, pero en cuanto vi a mi madrastra en tanga en la cocina, exhibiendo sus deliciosas nalgas para mí, me fue inevitable no hacerlo. La puta deseaba mi verga y yo la complací con una dura cogida hasta llenarle la vagina de leche.
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